martes, 26 de enero de 2010

Te digo adiós

Te digo adiós con ese frío beso en tu lívida mejilla,
tus maletas lucen rebosantes de injustifica do hastío,
las lágrimas tuyas se han confundido con las mías,
en postrer abrazo que une breve tu cuerpo con el mío.

Esta despedida es penitente calvario para el alma,
que no quiere desprenders e del calor de tus manos,
es mejor aunque duela dejar libre correr el agua.
Si no ha de saciar la sed… ¿Para qué la tomamos?

Mas si el corazón te recuerda y el alma no te olvida
haciendo grato el recuerdo y tan doliente el olvido,
igual sufrimiento prodiga tu ausencia en mi vida,
que prefiere sufrir el recuerdo de este idilio vivido.

Y en este nido de amor aún tu fragancia prendida,
que extasía la recordación de tu cuerpo en mi nido,
instantes de entrega y de aquella pasión encendida,
desbordante de eróticos deseos entre mujer y marido.

Pero si no puedo amarte y la añoranza no te olvida,
¿Qué quieres que Yo haga, qué quieres que te diga?
Si entre recuerdo y nostalgia languidece mi vida,
¿Para qué el recuerdo si ya de mi estas vacía?

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